?Le Male? nunca fue mi perfume, y no sé
muy bien el porqué. Desde que lo olí por primera vez siempre sentí un deseo
irrefrenable de poseerlo, de abrazarlo, de llenarme de él. Pero siempre fue el
perfume del otro, del desconocido, del chulazo de la disco, del vecino guapo
del bloque, del amante que pudo ser, del ligue de una noche, de las sábanas
húmedas de una cama ajena.

Después de su primera fragancia femenina
?Classique?, Jean Paul Gaultier quiere rendir tributo a la virilidad y a la
masculinidad con una nueva creación. Para ello se sirvió de un jovencísimo
Francis Kurkdjian (25 años) que apenas acababa sus estudios de perfumería. La
idea de partida eran los aromas tradicionales de barbería, una clara evocación
de la masculinidad, presente en los recuerdos olfativos de Gaultier. Pero conociendo al genio creador, era evidente que un perfume a la virilidad
tradicional no era suficiente para representar sus fantasías de marineros
musculados y guerreros urbanos en faldas escocesas. Gaultier quería innovar,
trascender, crear.

Francis Kurkdjian modernizó el espectro
aromático-amaderado de las lociones y jabones de afeitar, introduciendo
pequeñas perturbaciones como el toque floral del azahar (algo muy
novedoso en perfumería masculina para la época) el frescor de la menta,
la sensualidad de especias como la canela y el comino, o los
reflejos anisados de la artemisa. Y todo esto en una base que, aun
manteniendo la estructura amaderada de los grandes clá...